Una historia de resiliencia desde la docencia en el barrio Carrizal

Manuela Hernández es una mujer de cuarenta años nacida en la ciudad de Barranquilla en Colombia, toda su vida ha transcurrido en el barrio Carrizal, aquí creció y aquí ha pasado cada una de las etapas de su vida; tiene dos hijos, es docente y su historia comienza así.

 

(Imagen generada con IA)

     

La señora Manuela, desde su infancia en este barrio vivió y experimentó en carne propia las carencias y necesidades en su familia y vecinos, es hija de una madre soltera y junto a sus hermanos siempre se esforzaron por conseguir lo suficiente para vivir dignamente. La mujer nos comenta que durante sus estudios de primaria y bachillerato vendía dulces para poder comprar sus útiles escolares y ayudar a su mamá.

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Como la menor de sus hermanos, considera que tuvo ciertos privilegios, porque cuidaban de ella "mis hermanos mayores, que son dos, siempre trabajaron para ayudar a mi mamá, de cierta manera aunque yo vendía dulces y me rebuscaba la plata, me ayudaron mucho, he hicieron que yo esté aquí, en este punto de mi vida, en esta institución".

"Viviendo en este barrio siempre he pasado mis sustos, aunque antes no se veía tanto, como ahora, ahora que están esos celulares caros, uno no puede sentarse en la puerta de la casa; antes porque uno ni celular tenía" cuenta la docente mientras se sienta en una mecedora al interior de su casa y se servía una taza de café.

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Cuando Manuela terminó sus estudios de bachillerato, su deseo era poder hacer una carrera profesional, y con ayuda de su madre y sus hermanos, logró ingresar y realizar una licenciatura que pagó con trabajo duro. Mientras vendía fritos en la puerta de su casa, sus hermanos trabajan y su madre limpiaba casas, todo para que ella pudiera ser el orgullo de su familia. Diez años después, ya Hernández graduada, empieza a ejercer la docencia en una institución educativa local, una vez allí comenzó a vivir más de cerca las problemáticas que atormentan a los jóvenes de la zona.

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"Cuando empecé a trabajar aquí y pasé tanto tiempo cerca de los jóvenes, me quedé sorprendida de cómo ha cambiado la juventud desdé cuándo yo estudiaba hasta ahora y de los grandes problemas que tenemos cada vez más cerca de nuestros niños. Ahora las drogas son de fácil acceso, vemos mucho a los niños en el alcohol, es algo que casi no se dice, porque pensamos que las drogas son esas escondidas, que se compran de manera ilegal, pero no, el alcohol también lo es". Menciona Hernández con una expresión de preocupación.

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"Desde mi papel en la institución y junto con mis compañeros de trabajo siempre hemos tratado de llegar de manera amistosa a los estudiantes para poder ganar la confianza y que ellos se sienta libre de contarnos sus problemas, de pedirnos ayuda cuando necesiten; sin embargo, no es un trabajo fácil, porque ellos tienen miedo a que nosotros le contemos a sus padres".

Las familias disfuncionales son otro factor importante, los jóvenes no se sienten seguros en sus hogares, y refugian sus problemas en los vicios, que van desde al alcohol, las drogas, el juego, entre otros. La pedagoga tiene la iniciativa y desea buscar ayuda para implementar estrategias que ayuden a prevenir el consumo de estupefacientes en los jóvenes, mediante campañas de concientización, acercamiento a los jóvenes, ayuda psicológica y espacios seguros de ayuda. 

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A Pesar de esto, la líder no desiste en querer ayudar a sus estudiantes y por eso, desde su profesión y en la institución educativa, busca la manera de compartir con los jóvenes y desde su historia de vida y lucha dejarles una enseñanza, para que sepan que pueden salir adelante y que en ella pueden encontrar alguien en quien confiar.

Así como Manuela, hay muchos docentes en Barranquilla y el Atlántico, que son un ejemplo de resistencia en una sociedad desigual. Si te identifícaste o conoces a alguien con una historia similar, te invitamos a comentar y compartir.

 - Nicolle Pertuz Caballero